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Ideas políticas y otros desaciertos.A propósito del nuevo tanatorio de Lanjarón y lo perjudicial para el Museo del Agua.

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MUSEO DEL AGUA DE LANJARÓN. Juan Domingo Santos

Hace unos días nos enterábamos de una noticia que nos dejaba con un regusto amargo.

La política, la mala política, de nuevo, pervertía su legítimo poder de decisión para, con sus acciones, hacer, creemos, más daño que beneficio a las personas que debe servir y proteger.

La noticia en cuestión (en Radio Granada y Granada Hoy) es la intervención del ayuntamiento de Lanjarón sobre el antiguo matadero del municipio para convertirlo en tanatorio.

No vamos a poner en duda la necesidad de ese tipo de equipamiento para el municipio, pero lo que si podemos enumerar de forma sucinta es por qué esa acción nos parece una mala idea:
Alojar un tanatorio en un antiguo matadero nos parece, cuanto menos, desagradable. Todos somos conscientes de la difícil relación que tenemos en esta nuestra cultura occidental con la muerte y el cruce de connotaciones me parece poco afortunado.

La propuesta de tanatorio, según nos dicen ya en obras a una velocidad inaudita, se realiza en la misma parcela en la que ya está situado el Museo del Agua, obra de Juan Domingo Santos. Un edificio que en el último año ha recibido incontables reconocimientos, convirtiéndose de forma innegable en un potente reclamo turístico para el municipio.

Como podéis comprobar en la documentación que nos facilitan desde el estudio de Juan Domingo Santos, el cuerpo en el que ahora el ayuntamiento ha colocado el tanatorio formaba parte del proyecto, bajo una idea ampliada y capaz, con lo que el nuevo programa no solo perjudica la actividad del museo si no que además cercena por completo su capacidad de crecimiento lógico.

Esto podría incluso no sorprendernos, porque según podemos leer (fuente Europa Press) el museo ha sido cerrado por el ayuntamiento, solo se puede visitar previa cita y con los medios expositivos apagados.

Al parecer, el ayuntamiento actual, de signo político distinto al que encargó el proyecto inicial, no tiene intención alguna de potenciar, o siquiera preservar el museo y aprovechar sus bondades.

En palabras de un colaborador del estudio de Juan Domingo Santos:

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El Museo del Agua se hizo con un presupuesto mínimo. No hubo dinero para intervenir en la parte de los corrales. Todo es el mismo edificio. La zona del matadero (en la que se coloca el nuevo tanatorio) era una segunda fase del proyecto en la que se pretendía ubicar un bar de aguas o una zona cultural vinculada al Museo y a las nuevas rutas de agua y molinos en el parque natural de Sierra Nevada. El Museo era la puerta de entrada a este Parque Natural. El proyecto no es sólo una obra de arquitectura, trabaja sobre un concepto amplio de paisaje con el objetivo de poner en valor ciertas cuestiones vinculadas culturalmente a Lanjarón y a sus habitantes. Con el Tanatorio todas estas connotaciones se perderán.

¿Hay una oportunidad legítima por parte del ayuntamiento de hacer allí el tanatorio? Por supuesto. No lo estamos poniendo en duda.

De lo que si nos permitimos dudar es de la capacidad de comprensión de muchos políticos de nuestro país, que ven a los arquitectos como meros peones (sin ofender a los peones profesionales) en una partida de ajedrez en la que su único objetivo no es ganar si no comerse cuantas más piezas mejor.

Nuestra experiencia, hasta la fecha, es que pocos políticos son capaces de desarrollar una visión abierta y de futuro, más allá del cortoplacismo de la ejecución de obras dentro de una determinada legislatura. Como decía, somos meros peones.

La cadena de producción es clara idea política, propuesta, concurso, arquitecto/s que se mata/n a trabajar gratis, licitación, arquitecto/s que rebaja/n sus honorarios descabelladamente, licitación a constructora, rebaja criminal, necesidad de proyecto reformado que el arquitecto redacta por poco o nada, dirección de obra penosa por la constante batalla con la constructora, decisiones o errores políticos que acaban con el proyecto y arquitecto que acaba perdiendo el poco trabajo que le quedaba.

¿Lo veis tan claro como nosotros? El eslabón más débil es, siempre, el arquitecto, que llega, en incontables situaciones incluso a sacrificarse por salvar el proyecto.

Desde aquí todo nuestro ánimo a Juan Domingo Santos y su equipo, deseando que el problema pueda reconducirse hacia donde debe.

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